Llamada de los hechos. A principios de agosto, mientras que el presidente siriano estaba en Teherán, el General Sleiman, el responsable de su seguridad personal, fue abatido. Los asesinos así enviaron una advertencia al presidente siriano. Después de haberse enterado del homicidio de su amigo y hombre de confianza, Assad se fue de Teherán con una mina deshecha mientras que su interlocutor iraní, Ahmadinejad, estaba muy sonriente y no verdaderamente solidario de la pena de su aliado el más importante. Los dos hombres igualmente no evocaron el homicidio para acusar como de costumbre Israel.

Entonces evoquemos una pista iraní y hoy esa hipótesis de advertencia esta comúnmente admitida entre los sitios árabes que afirman de que el asesinato tenía como blanco la fijación de un limite a la abertura de Siria en su búsqueda de acercamiento con el Oeste. Esa conclusión nos parece ligeramente falsa: más que una abertura hacia el Oeste, Damas busca a emanciparse enfrente de Teherán.

Esa emancipación no está sin riesgos: Teherán proporciona gratuitamente en petróleo y a veces armas Siria y esa última se hace respetar en la región gracias a los aliados de Teherán, el Hamas y el Hezbollah. Para reemplazar dignamente a los mullah, Assad se volvió hacia Rusia, que posee importantes reservas energéticas y que es en condiciones de proporcionarle en una panoplia completa de los mejores armamientos del mundo, lo que haría de Siria un vecino que Israel tendría que respetar todavía más. Esta elección de colaboración es tanto más juiciosa que Assad no tiene ninguna confianza en los americanos que intentaron volcarle varias veces.

Por otra parte, últimamente Assad se fue en Moscú en donde tuvo declaraciones muy pro-rusas, lo que deja suponer que el jefe de Estado siriano busca a trocar la protección de los mullah para la de los rusos, los aliados históricos del partido baasista siriano. Los rusos tienen ampliamente conciencia del interés geopolítico de Siria y esa última también: no solo puede poner en su disposición un punto de anclaje sobre el Mediterráneo sino también permitirles de proseguir la dirección de la región a través del Hamas y del Hezbollah, emancipados de fuerza de sus lazos con los mullah.

Es en este contexto que ha ocurrido el asesinato de Hisham al-Labadani, tal como una advertencia dirigida a Khaled Mechaal, gran amigo de los Mullah ¡Si se hubiera tratado de un homicidio perpetrado por los servicios israelíes, se oiría las denunciaciones del Hamas y de Teherán, pero el uno como el otro se quedan mudos!

La inquietud de parte de Teherán es todavía más justificada: quizás es el fin de un sueño de un papel regional de los mullah. Khaled Mechaal y su amigo Nasrallah, jefe del Hezbollah, viven en Siria: al alcance de los hombres de Assad. Esos dos amigos de Teherán son ordenados de escoger entre la muerte o una evolución pro-siriana de su movimiento.

Damas, que parece decidido a ir los más lejos posible en esa emancipación, a marcado su victoria haciendo anunciar por Walid Moallem, su ministro de Asuntos Exteriores, su decisión de empezar negociaciones directas con Israel, cualesquiera que sean los resultados de las elecciones en Israel.

Es una réplica a la sonrisa de Ahmadinejad después del homicidio de Sleiman, una réplica potente porque Assad ha encontrado la solución a la sobrevida de su régimen: una alianza con Rusia (la guerra fría está regresando).